domingo, 21 de marzo de 2010

Oliendo

Es increíble, pero ultimamente me sorprende el uso que le estoy dando al sentido del olfato. Es que también el camino desde la parada del colectivo que me trae de la facultad a la cripta, ofrece tal variedad de aromas, que es casi imposible resistirse. Para ser mas preciso, basta con bajarse del autobús y oler en primera instancia la salida del caño de escape que te abruma cual espectro maligno de esas películas de magia, se acerca por tu costado más suave y te atrapa tan violenta y rápidamente, que no basta con cerrar tu boca y aguantar la respiración...El olor se siente hasta en las lágrimas que de tus ojos salen por la irritación...Desagradable, pero creo que en el camino se pone mejor...Estos cinco segundos de asfixia carbónica se ven aliviados por una gran exhalación, seguida de un enorme suspiro buscado en la parte más libre de personas y autos, como si nuestra boca buscara la superficie del agua, luego de estar sumergidos por minutos...Ya nuestra nariz esta lista para un nuevo desafío camino a casa. Y lo mejor de todo, es que no se hace rogar.

Doblo en la esquina y ya me encuentro en una de las avenidas importantes de la ciudad. El próximo aroma es el del cuero, saliendo de alguna tienda de zapatos. Como estoy apurado para llegar a casa, no me detengo a detectar su origen ni a saborearlo, ya se de que se trata. Sin darme cuenta, ya estoy en la otra esquina, donde se encuentra la posta de mi ruta de olores. Espero que el semáforo me guiñe su ojo verde, cuando de repente el puesto de flores que a metros tengo, comienza a hipnotizarme con ese aroma a tierra recién regada y de fondo, me imagino una pila de flores retardando la salida de mi trance aromático. Solo bastaría con girar mi cabeza, sobre mi lado suave, abrir los ojos y la magia se hubiera ido, pues la vista lograría inundarme de realidad el lienzo que mi olfato ha pintado con tanto amarillo y verde. Pero soy fuerte, me resistí y el premio se va intacto al cruzar la calle.

Ya solo me faltan unas cuatro cuadras, creo. Si. Son cuatro, porque acabo de pasar el cafetín cuyo café suave, recién molido, pero amargo al final, como la vida misma, me lo acaba de recordar, como cada tarde lo hace. Camino rápido, se que algo me espera al final de la ruta. Pero nuevamente, mi olfato me llama la atención. Es extraño, no logro descubrirlo. ¿Será realmente…? No. Tardo en identificarlo, pero la próxima vereda me espera y no puedo detenerme a pensarlo, con tanta gente en el medio, creo que este olor se queda para ser registrado. Ya faltan solo tres. Y un nuevo puesto de flores se acerca, pero a la distancia. El aroma a incienso me lo acerca en cámara rápida. Si, definitivamente es lavanda y la relajación es inminente. Creo que necesito un respiro puro, necesito ese vaso de agua entre vino y vino que cada sommelier se merece para disfrutar del próximo brebaje.

Es mejor esperar en esta esquina, que es amplia y circula buen aire. Miro en ambos sentidos y oigo un aroma, creo que se trata del transeúnte que va a cruzar la calle conmigo. Es irresistible el olor a caramelo siendo desnudado de su envoltorio. Y para colmo, se trata de un pico dulce. El recreo se ha convertido en un nuevo desafío: borrar la mente de semejante invasión olfativa. Creo que es hora de llamar a los otros sentidos para semejante reto. La música de mi celular debería poder ayudar, y si mi vista se pierde en la tienda de regalos que está en la anteúltima cuadra, la campaña será todo un éxito. Y así lo fue, solo que la liberación duro poco. Una tienda de hamburguesas, un local muy fino de ropa para damas y la panadería de la última esquina que cruzar se llevan la atención de mi nariz una vez más.

Pero ya estoy a pocas casas de la mía, creo que, de hecho, este último semáforo vio mi agotamiento y me cedió el paso automáticamente cuando me decidí a mirarlo. Las llaves ya las domino, y el pasillo me entrega una brisa inodora que me prepara. Solo falta una cerradura. Solo falta que después de entrar, encuentre ese aroma que desde el viernes extraño. Solo falta dejar la mochila en el piso, decirle no al olor a humedad y tirarme en la cama, donde tu rastro ha dejado el mejor de los aromas, el que pone en mi rostro una sonrisa y el que me transporta a un mundo donde el único receptor que queda vivo, es el que te reconoce como la persona que mas estoy queriendo.